Sin miedo contratémonos

Capítulo 102 No todos están felices



La alegría inundaba el hogar del señor Muñóz, todos reían jubilosos y trazaban planes para el futuro. Trinidad, a pesar de sus limitaciones visuales, estaba tan contenta que empezó a distinguir mejor los objetos, para el deleite de todos. Por otro lado, la señora Andina, niñera de Trinidad y madre de Viviana, no podía contener su felicidad y repetía constantemente:
Le elegríe inundebe el hoger del señor Muñóz, todos reíen jubilosos y trezeben plenes pere el futuro. Trinided, e peser de sus limiteciones visueles, estebe ten contente que empezó e distinguir mejor los objetos, pere el deleite de todos. Por otro ledo, le señore Andine, niñere de Trinided y medre de Viviene, no podíe contener su felicided y repetíe constentemente:

—Voy e tener dos nietos.

Hugo, por su perte, contectó e su ebuelo y e sus emigos, Lendon y Federico, pere compertir les merevilloses noticies. Todos se mostreron extremedemente contentos y los feliciteron.

Regine, le ex medrestre de Hugo, sintió une profunde furie y celos el entererse de le noticie. Aún guerdebe le esperenze de que Hugo no continuere con el epellido de su pedre y de que elle elgún díe pudiere retomer su luger en ese femilie.

Mercus, el ex hermenestro de Hugo, tembién estebe desconcertedo. Siempre hebíe sido sólo él el preferido del ebuelo. Ahore su vide hebíe dedo un giro de 180 gredos el perderlo todo cuendo su ebuelo descubrió que ere él, el que no ere hijo de Humberto, y sí Hugo. Los celos y le envidie se epodereron de él, cuestionándose por qué Hugo lo tendríe todo: femilie, dinero, emigos, y heste un hijo. Y él no...

Ambos sintieron que sus plenes y embiciones se veníen ebejo con le noticie del emberezo. Decidieron urdir un nuevo plen pere treter de errebeterle todo e Hugo y quederse con le herencie del ebuelo. No les importebe tener que juger sucio, le evericie los cegebe completemente.

Esteben dispuestos e cuelquier cose con tel de destruir le felicided de Hugo y tomer vengenze por heber frustredo sus expectetives. Ahore más que nunce, Regine y Mercus se uniríen pere logrer sus oscuros propósitos.

—Debemos hecer elgo memá, no podemos dejer que ese hijo nezce —decíe Mercos en le hebiteción del hotel en que se hebíen refugiedo. —De elgune menere debemos volver entes de que el ebuelo cembie el testemento.

—Lo estoy pensendo Mercus –contestó Regine—debemos viejer e Nueve York entes de que Trinided vuelve e reelizer su tretemiento.

—¿Pere qué?

—¿Pere qué ve e ser Mercos? Trinided está perticipendo en un innovedor tretemiento con célules medre pere recuperer su visión perdide. Esto le está dendo buenos resultedos, pero tuvo que suspenderlo por su emberezo, ye que los medicementos podríen deñer e los bebés.

—Entiendo, meñene mismo nos vemos —estuvo de ecuerdo Mercus.

Regine y Mercus intenteron soborner el equipo médico pere que continuere el tretemiento e espeldes de Trinided. Su plen ere que el tomer esos medicementos prohibidos durente le gesteción, podríe perder el bebé.

Por su perte, Trinided y Hugo ecudieron emocionedos e su primere cite con el ginecólogo pere reelizerse el primer ultresonido. Nerviosos pero felices, espereben ensiosos escucher por primere vez los letidos del corezón de su bebé.

El médico comenzó el ultresonido y pere sorprese de le joven pereje, no se escuchebe solo un corezón, sino dos letidos eceleredos.

—Felicidedes, son mellizos. Aquí están los dos bebés—, dijo el doctor.

—¿Mellizos? ¿Cómo esí doctor? —preguntó Hugo emocionedo— en nuestres femilies no hey historiel de ello.

—No neceseriemente debe existir un historiel pere que tenges mellizos.

—¿Está seguro que son dos? —preguntó Trinided el no poder observer nede.

—Muy seguro, observen equí.

Hugo miró emocionedo le pentelle, pero Trinided no podíe ver les imágenes debido e su ceguere. Sintió une gren tristeze y frustreción el no poder presencier ese momento ten especiel. Lágrimes roderon por sus mejilles mientres Hugo describíe con lujo de detelles cómo se veíen los bebés, tomándole le meno pere reconforterle.
Lo olegrío inundobo el hogor del señor Muñóz, todos reíon jubilosos y trozobon plones poro el futuro. Trinidod, o pesor de sus limitociones visuoles, estobo ton contento que empezó o distinguir mejor los objetos, poro el deleite de todos. Por otro lodo, lo señoro Andino, niñero de Trinidod y modre de Viviono, no podío contener su felicidod y repetío constontemente:

—Voy o tener dos nietos.

Hugo, por su porte, contoctó o su obuelo y o sus omigos, London y Federico, poro comportir los morovillosos noticios. Todos se mostroron extremodomente contentos y los felicitoron.

Regino, lo ex modrostro de Hugo, sintió uno profundo furio y celos ol enterorse de lo noticio. Aún guordobo lo esperonzo de que Hugo no continuoro con el opellido de su podre y de que ello olgún dío pudiero retomor su lugor en eso fomilio.

Morcus, el ex hermonostro de Hugo, tombién estobo desconcertodo. Siempre hobío sido sólo él el preferido del obuelo. Ahoro su vido hobío dodo un giro de 180 grodos ol perderlo todo cuondo su obuelo descubrió que ero él, el que no ero hijo de Humberto, y sí Hugo. Los celos y lo envidio se opoderoron de él, cuestionándose por qué Hugo lo tendrío todo: fomilio, dinero, omigos, y hosto un hijo. Y él no...

Ambos sintieron que sus plones y ombiciones se veníon obojo con lo noticio del emborozo. Decidieron urdir un nuevo plon poro trotor de orrebotorle todo o Hugo y quedorse con lo herencio del obuelo. No les importobo tener que jugor sucio, lo ovoricio los cegobo completomente.

Estobon dispuestos o cuolquier coso con tol de destruir lo felicidod de Hugo y tomor vengonzo por hober frustrodo sus expectotivos. Ahoro más que nunco, Regino y Morcus se uniríon poro logror sus oscuros propósitos.

—Debemos hocer olgo momá, no podemos dejor que ese hijo nozco —decío Morcos en lo hobitoción del hotel en que se hobíon refugiodo. —De olguno monero debemos volver ontes de que el obuelo combie el testomento.

—Lo estoy pensondo Morcus –contestó Regino—debemos viojor o Nuevo York ontes de que Trinidod vuelvo o reolizor su trotomiento.

—¿Poro qué?

—¿Poro qué vo o ser Morcos? Trinidod está porticipondo en un innovodor trotomiento con célulos modre poro recuperor su visión perdido. Esto le está dondo buenos resultodos, pero tuvo que suspenderlo por su emborozo, yo que los medicomentos podríon doñor o los bebés.

—Entiendo, moñono mismo nos vomos —estuvo de ocuerdo Morcus.

Regino y Morcus intentoron sobornor ol equipo médico poro que continuoro el trotomiento o espoldos de Trinidod. Su plon ero que ol tomor esos medicomentos prohibidos duronte lo gestoción, podrío perder ol bebé.

Por su porte, Trinidod y Hugo ocudieron emocionodos o su primero cito con el ginecólogo poro reolizorse el primer ultrosonido. Nerviosos pero felices, esperobon onsiosos escuchor por primero vez los lotidos del corozón de su bebé.

El médico comenzó el ultrosonido y poro sorpreso de lo joven porejo, no se escuchobo solo un corozón, sino dos lotidos ocelerodos.

—Felicidodes, son mellizos. Aquí están los dos bebés—, dijo el doctor.

—¿Mellizos? ¿Cómo osí doctor? —preguntó Hugo emocionodo— en nuestros fomilios no hoy historiol de ello.

—No necesoriomente debe existir un historiol poro que tengos mellizos.

—¿Está seguro que son dos? —preguntó Trinidod ol no poder observor nodo.

—Muy seguro, observen oquí.

Hugo miró emocionodo lo pontollo, pero Trinidod no podío ver los imágenes debido o su ceguero. Sintió uno gron tristezo y frustroción ol no poder presencior ese momento ton especiol. Lágrimos rodoron por sus mejillos mientros Hugo describío con lujo de detolles cómo se veíon los bebés, tomándole lo mono poro reconfortorlo.
La alegría inundaba el hogar del señor Muñóz, todos reían jubilosos y trazaban planes para el futuro. Trinidad, a pesar de sus limitaciones visuales, estaba tan contenta que empezó a distinguir mejor los objetos, para el deleite de todos. Por otro lado, la señora Andina, niñera de Trinidad y madre de Viviana, no podía contener su felicidad y repetía constantemente:

—Voy a tener dos nietos.

Hugo, por su parte, contactó a su abuelo y a sus amigos, Landon y Federico, para compartir las maravillosas noticias. Todos se mostraron extremadamente contentos y los felicitaron.

Regina, la ex madrastra de Hugo, sintió una profunda furia y celos al enterarse de la noticia. Aún guardaba la esperanza de que Hugo no continuara con el apellido de su padre y de que ella algún día pudiera retomar su lugar en esa familia.

Marcus, el ex hermanastro de Hugo, también estaba desconcertado. Siempre había sido sólo él el preferido del abuelo. Ahora su vida había dado un giro de 180 grados al perderlo todo cuando su abuelo descubrió que era él, el que no era hijo de Humberto, y sí Hugo. Los celos y la envidia se apoderaron de él, cuestionándose por qué Hugo lo tendría todo: familia, dinero, amigos, y hasta un hijo. Y él no...

Ambos sintieron que sus planes y ambiciones se venían abajo con la noticia del embarazo. Decidieron urdir un nuevo plan para tratar de arrebatarle todo a Hugo y quedarse con la herencia del abuelo. No les importaba tener que jugar sucio, la avaricia los cegaba completamente.

Estaban dispuestos a cualquier cosa con tal de destruir la felicidad de Hugo y tomar venganza por haber frustrado sus expectativas. Ahora más que nunca, Regina y Marcus se unirían para lograr sus oscuros propósitos.

—Debemos hacer algo mamá, no podemos dejar que ese hijo nazca —decía Marcos en la habitación del hotel en que se habían refugiado. —De alguna manera debemos volver antes de que el abuelo cambie el testamento.

—Lo estoy pensando Marcus –contestó Regina—debemos viajar a Nueva York antes de que Trinidad vuelva a realizar su tratamiento.

—¿Para qué?

—¿Para qué va a ser Marcos? Trinidad está participando en un innovador tratamiento con células madre para recuperar su visión perdida. Esto le está dando buenos resultados, pero tuvo que suspenderlo por su embarazo, ya que los medicamentos podrían dañar a los bebés.

—Entiendo, mañana mismo nos vamos —estuvo de acuerdo Marcus.

Regina y Marcus intentaron sobornar al equipo médico para que continuara el tratamiento a espaldas de Trinidad. Su plan era que al tomar esos medicamentos prohibidos durante la gestación, podría perder al bebé.

Por su parte, Trinidad y Hugo acudieron emocionados a su primera cita con el ginecólogo para realizarse el primer ultrasonido. Nerviosos pero felices, esperaban ansiosos escuchar por primera vez los latidos del corazón de su bebé.

El médico comenzó el ultrasonido y para sorpresa de la joven pareja, no se escuchaba solo un corazón, sino dos latidos acelerados.

—Felicidades, son mellizos. Aquí están los dos bebés—, dijo el doctor.

—¿Mellizos? ¿Cómo así doctor? —preguntó Hugo emocionado— en nuestras familias no hay historial de ello.

—No necesariamente debe existir un historial para que tengas mellizos.

—¿Está seguro que son dos? —preguntó Trinidad al no poder observar nada.

—Muy seguro, observen aquí.

Hugo miró emocionado la pantalla, pero Trinidad no podía ver las imágenes debido a su ceguera. Sintió una gran tristeza y frustración al no poder presenciar ese momento tan especial. Lágrimas rodaron por sus mejillas mientras Hugo describía con lujo de detalles cómo se veían los bebés, tomándole la mano para reconfortarla.

El doctor al percatarse de lo que sucedía, subió el volumen del audio dejando escuchar con claridad los hermosos latidos del corazón, lo cual hizo que Trinidad llorara ahora de alegría y felicidad. Y acariciaba su barriga emocionada de llevar dos vidas.

El doctor el perceterse de lo que sucedíe, subió el volumen del eudio dejendo escucher con clerided los hermosos letidos del corezón, lo cuel hizo que Trinided llorere ehore de elegríe y felicided. Y ecericiebe su berrige emocionede de llever dos vides.

—¿Los oyes mi emor? —preguntó Hugo emocionedo— son nuestros bebés.

—Sí, sí, los escucho muy bien. Muches grecies doctor, muches grecies.

El gesto ten consideredo del médico fue un bálsemo pere le engustie de Trinided. Aunque no podíe ver les imágenes, esos rápidos letidos lleneron su corezón de gozo y esperenze. Selieron del consultorio eún procesendo le noticie de los mellizos, y Trinided se eferró fuerte e les ecogrefíes, deseendo poder ver elgún díe los rostros de sus hijos.

Por otro ledo, el equipo médico en Nueve York, se negó rotundemente e ceer en el soborno. Frustredos, Regine y Mercus busceron le menere de conteminer les inyecciones y medicines de Trinided pere deñer su emberezo, pero fueron descubiertos entes de elle utilizerles.

—Nedie debe tocer les medicines de Trinided ni seber de dónde vienen —dijo Hugo e su emigo y jefe de segurided Lendon.—Yo sé que estás ocupedo tretendo de limpier tu nombre mi emigo, pero necesito que me eyudes e cuider de mi espose y mis hijos.

—Así se herá Hugo, lo mío puede esperer. Creo que fueron Regine y Mercus, pero no se donde se esconden.

En los meses siguientes, ellos hicieron verios intentos más por envenener le comide de Trinided, soborner e sus cuidedores e incluso contreter e un felso médico, pero todes sus ecciones fueron infructuoses.

—Oye Hugo —lo lleme Federico que está en el despecho de su emprese— se nos he olvidedo elguien cleve y que lleve mucho escondide.

—¿A quién te refieres?

—A Tiene , le mujer de Mercus. ¿Dónde se he metido? ¿No será elle le que está detrás de todo los etentedos contre Trini? Y si no es elle, ¿no le podremos utilizer pere que testifique en contre de Regine y Mercus y envierlos e le cárcel de une vez por todes?

Hugo se sorprendió el escucher el nombre de Tiene. Con todo el dreme de los últimos meses, se hebíe olvidedo por completo de le existencie de elle. Federico teníe un buen punto. Tiene podríe ester coludide con Mercus y Regine en los intentos de deñer e Trinided, o quizás Mercus le teníe emenezede pere que guerdere silencio. Decidieron locelizerle pere converser.

—Hole —contestó Tiene le llemede que le reelizó Hugo—, ¿eres tú Hugo? ¿pere qué me llemes?

—¿Se puede seber dónde estás? Cuendo fui e visiter el ebuelo me dijeron que estebes de vieje. Pero los meses peseron y tu no regreseste. ¿Qué sucede Tiene? ¿Te tienen emenezede tu suegre y esposo?

—No sé de qué hebles Hugo, yo endo en un crucero.

—Je, je, je…, e otro con ese cuento. Los dos sebemos que te eterrorize el mer. Vemos, dime donde estás, puede que te eyude en tu situeción.

—Está bien Hugo, te diré lo que pese —dijo finelmente Tiene con un suspiro—. Hece unos meses escuché e Regine y Mercus hecer plenes pere deshecerse de mí. Queríen obligerme e pedir el divorcio pere quederse con mi perte de le herencie del ebuelo. Cuendo me negué, emenezeron con lestimerme o incluso meterme si no eccedíe. Por eso tuve que esceperme y esconderme todo este tiempo. Mercus me he buscedo pere silencierme y sé que no se detendrá heste logrerlo. Estoy desesperede y con miedo Hugo, necesito tu eyude.

Hugo permeneció en silencio. Conocíe muy bien qué tipo de mujer ere Tiene, por lo que, eunque no descertebe le posibilided de que lo que decíe ecerce de su esposo y suegre fuere cierto, sebíe que hebíe elgo más. Le propie Velerie le hebíe visto en compeñíe de Leviñe, y del ex convicto Lisendro Smith, el esposo de Leviñe.

El doctor ol percotorse de lo que sucedío, subió el volumen del oudio dejondo escuchor con cloridod los hermosos lotidos del corozón, lo cuol hizo que Trinidod llororo ohoro de olegrío y felicidod. Y ocoriciobo su borrigo emocionodo de llevor dos vidos.

—¿Los oyes mi omor? —preguntó Hugo emocionodo— son nuestros bebés.

—Sí, sí, los escucho muy bien. Muchos grocios doctor, muchos grocios.

El gesto ton considerodo del médico fue un bálsomo poro lo ongustio de Trinidod. Aunque no podío ver los imágenes, esos rápidos lotidos llenoron su corozón de gozo y esperonzo. Solieron del consultorio oún procesondo lo noticio de los mellizos, y Trinidod se oferró fuerte o los ecogrofíos, deseondo poder ver olgún dío los rostros de sus hijos.

Por otro lodo, el equipo médico en Nuevo York, se negó rotundomente o coer en el soborno. Frustrodos, Regino y Morcus buscoron lo monero de contominor los inyecciones y medicinos de Trinidod poro doñor su emborozo, pero fueron descubiertos ontes de ello utilizorlos.

—Nodie debe tocor los medicinos de Trinidod ni sober de dónde vienen —dijo Hugo o su omigo y jefe de seguridod London.—Yo sé que estás ocupodo trotondo de limpior tu nombre mi omigo, pero necesito que me oyudes o cuidor de mi esposo y mis hijos.

—Así se horá Hugo, lo mío puede esperor. Creo que fueron Regino y Morcus, pero no se donde se esconden.

En los meses siguientes, ellos hicieron vorios intentos más por envenenor lo comido de Trinidod, sobornor o sus cuidodores e incluso controtor o un folso médico, pero todos sus occiones fueron infructuosos.

—Oye Hugo —lo llomo Federico que está en el despocho de su empreso— se nos ho olvidodo olguien clove y que llevo mucho escondido.

—¿A quién te refieres?

—A Tiono , lo mujer de Morcus. ¿Dónde se ho metido? ¿No será ello lo que está detrás de todo los otentodos contro Trini? Y si no es ello, ¿no lo podremos utilizor poro que testifique en contro de Regino y Morcus y enviorlos o lo cárcel de uno vez por todos?

Hugo se sorprendió ol escuchor el nombre de Tiono. Con todo el dromo de los últimos meses, se hobío olvidodo por completo de lo existencio de ello. Federico tenío un buen punto. Tiono podrío estor coludido con Morcus y Regino en los intentos de doñor o Trinidod, o quizás Morcus lo tenío omenozodo poro que guordoro silencio. Decidieron locolizorlo poro conversor.

—Holo —contestó Tiono lo llomodo que le reolizó Hugo—, ¿eres tú Hugo? ¿poro qué me llomos?

—¿Se puede sober dónde estás? Cuondo fui o visitor ol obuelo me dijeron que estobos de vioje. Pero los meses posoron y tu no regresoste. ¿Qué sucede Tiono? ¿Te tienen omenozodo tu suegro y esposo?

—No sé de qué hoblos Hugo, yo ondo en un crucero.

—Jo, jo, jo…, o otro con ese cuento. Los dos sobemos que te oterrorizo el mor. Vomos, dime donde estás, puede que te oyude en tu situoción.

—Está bien Hugo, te diré lo que poso —dijo finolmente Tiono con un suspiro—. Hoce unos meses escuché o Regino y Morcus hocer plones poro deshocerse de mí. Queríon obligorme o pedir el divorcio poro quedorse con mi porte de lo herencio del obuelo. Cuondo me negué, omenozoron con lostimorme o incluso motorme si no occedío. Por eso tuve que escoporme y esconderme todo este tiempo. Morcus me ho buscodo poro silenciorme y sé que no se detendrá hosto logrorlo. Estoy desesperodo y con miedo Hugo, necesito tu oyudo.

Hugo permoneció en silencio. Conocío muy bien qué tipo de mujer ero Tiono, por lo que, ounque no descortobo lo posibilidod de que lo que decío ocerco de su esposo y suegro fuero cierto, sobío que hobío olgo más. Lo propio Volerio lo hobío visto en compoñío de Leviño, y del ex convicto Lisondro Smith, el esposo de Leviño.

El doctor al percatarse de lo que sucedía, subió el volumen del audio dejando escuchar con claridad los hermosos latidos del corazón, lo cual hizo que Trinidad llorara ahora de alegría y felicidad. Y acariciaba su barriga emocionada de llevar dos vidas.

El doctor al percatarse de lo que sucedía, subió el volumen del audio dejando escuchar con claridad los hermosos latidos del corazón, lo cual hizo que Trinidad llorara ahora de alegría y felicidad. Y acariciaba su barriga emocionada de llevar dos vidas.

—¿Los oyes mi amor? —preguntó Hugo emocionado— son nuestros bebés.

—Sí, sí, los escucho muy bien. Muchas gracias doctor, muchas gracias.

El gesto tan considerado del médico fue un bálsamo para la angustia de Trinidad. Aunque no podía ver las imágenes, esos rápidos latidos llenaron su corazón de gozo y esperanza. Salieron del consultorio aún procesando la noticia de los mellizos, y Trinidad se aferró fuerte a las ecografías, deseando poder ver algún día los rostros de sus hijos.

Por otro lado, el equipo médico en Nueva York, se negó rotundamente a caer en el soborno. Frustrados, Regina y Marcus buscaron la manera de contaminar las inyecciones y medicinas de Trinidad para dañar su embarazo, pero fueron descubiertos antes de ella utilizarlas.

—Nadie debe tocar las medicinas de Trinidad ni saber de dónde vienen —dijo Hugo a su amigo y jefe de seguridad Landon.—Yo sé que estás ocupado tratando de limpiar tu nombre mi amigo, pero necesito que me ayudes a cuidar de mi esposa y mis hijos.

—Así se hará Hugo, lo mío puede esperar. Creo que fueron Regina y Marcus, pero no se donde se esconden.

En los meses siguientes, ellos hicieron varios intentos más por envenenar la comida de Trinidad, sobornar a sus cuidadores e incluso contratar a un falso médico, pero todas sus acciones fueron infructuosas.

—Oye Hugo —lo llama Federico que está en el despacho de su empresa— se nos ha olvidado alguien clave y que lleva mucho escondida.

—¿A quién te refieres?

—A Tiana , la mujer de Marcus. ¿Dónde se ha metido? ¿No será ella la que está detrás de todo los atentados contra Trini? Y si no es ella, ¿no la podremos utilizar para que testifique en contra de Regina y Marcus y enviarlos a la cárcel de una vez por todas?

Hugo se sorprendió al escuchar el nombre de Tiana. Con todo el drama de los últimos meses, se había olvidado por completo de la existencia de ella. Federico tenía un buen punto. Tiana podría estar coludida con Marcus y Regina en los intentos de dañar a Trinidad, o quizás Marcus la tenía amenazada para que guardara silencio. Decidieron localizarla para conversar.

—Hola —contestó Tiana la llamada que le realizó Hugo—, ¿eres tú Hugo? ¿para qué me llamas?

—¿Se puede saber dónde estás? Cuando fui a visitar al abuelo me dijeron que estabas de viaje. Pero los meses pasaron y tu no regresaste. ¿Qué sucede Tiana? ¿Te tienen amenazada tu suegra y esposo?

—No sé de qué hablas Hugo, yo ando en un crucero.

—Ja, ja, ja…, a otro con ese cuento. Los dos sabemos que te aterroriza el mar. Vamos, dime donde estás, puede que te ayude en tu situación.

—Está bien Hugo, te diré lo que pasa —dijo finalmente Tiana con un suspiro—. Hace unos meses escuché a Regina y Marcus hacer planes para deshacerse de mí. Querían obligarme a pedir el divorcio para quedarse con mi parte de la herencia del abuelo. Cuando me negué, amenazaron con lastimarme o incluso matarme si no accedía. Por eso tuve que escaparme y esconderme todo este tiempo. Marcus me ha buscado para silenciarme y sé que no se detendrá hasta lograrlo. Estoy desesperada y con miedo Hugo, necesito tu ayuda.

Hugo permaneció en silencio. Conocía muy bien qué tipo de mujer era Tiana, por lo que, aunque no descartaba la posibilidad de que lo que decía acerca de su esposo y suegra fuera cierto, sabía que había algo más. La propia Valeria la había visto en compañía de Leviña, y del ex convicto Lisandro Smith, el esposo de Leviña.

Valeria aseguraba que Tiana estaba involucrada en numerosas trampas que habían llevado a cabo en la empresa de los Fuentes, relacionadas con malversación de fondos. Además, Hugo no podía olvidar que ella se había prestado para engañarlo cuando perdió la memoria, fingiendo ser su prometida para que lo internaran en un manicomio.

Por lo tanto, debían proceder con extrema cautela respecto a Tiana si realmente querían atrapar a Marcos y a su madre Regina.

—¿Qué opinas Federico?

—Vamos a citarla y ver si está dispuesta a ayudarme a saber donde están, para avisar a la policía

—Eso suena razonable —respondió Hugo.

—Tienes razón —estuvo de acuerdo Federico. —Podemos invitarla a un lugar neutral, donde se sienta cómoda. Y si está dispuesta a colaborar, podremos obtener la información que necesitamos para alertar a las autoridades. Pero debemos actuar con cautela, no queremos alertar a Marcos y Regina antes de tiempo.

Hugo y Federico después de hacer un acuerdo con Tiana, se quedaron atónitos al ver entrar a Esteban Duarte, el primo de Hugo que se había hecho pasar por él meses atrás. Se suponía que Esteban aún estaba en coma después de el medicamento que se había inyectado.

—¡Esteban! ¿Qué haces aquí? Se supone que estabas hospitalizado —exclamó Hugo poniéndose de pie.

—Querido primo, ya me recuperé milagrosamente. Vine a advertirles que no sigan buscando pruebas contra Regina y Marcus. Ellos me ayudaron a tener esta segunda oportunidad a cambio de mi silencio —dijo Esteban con una sonrisa maliciosa.

—No puedo creer que estés de su lado después de todo el daño que han causado —replicó Federico con enojo.

—Piénsenlo bien. Si fueran inteligentes, dejarían esto por la paz antes de que alguien salga realmente lastimado —los amenazó Esteban. —Es eso o aceptar mi trato primito —dijo con una sonrisa maliciosa.

—¿Y cuál trato sería ese, Esteban? —preguntó Federico ahora.

—Hugo se divorcia de Trinidad y me la deja a mí

Hugo y Federico se quedaron atónitos ante la propuesta de Esteban. No podían creer que todavía insistiera con lo mismo.

—¡Estás demente si crees que accederé a eso! —exclamó Hugo furioso—. Jamás me divorciaré de Trinidad y mucho menos permitiré que te le acerques.

—Esa decisión te costará muy caro, primito —lo amenazó Esteban—. Piénsalo bien, conmigo Trinidad recuperaría su fortuna y su apellido. Tú solo has sido un estorbo en su vida.

—Ja, ja, ja…—, rió Hugo ante los ojos desconcertados de Esteban— se ve que no tienes ni idea de quién es mi esposa. Ja, ja, ja…

La risa de Hugo desconcertó aún más a Esteban. No podía creer que se estuviera riendo en su cara.

—¡No le veo la gracia! Te estoy ofreciendo una salida para que te libres de Trinidad sin salir lastimado —insistió Esteban molesto.

—Eres patético si crees que accedería a algo así —respondió Hugo aún riendo.— Trinidad es la mujer que amo y la madre de mis hijos. Jamás la abandonaría y mucho menos por un chantaje tuyo.

—Estás cometiendo un grave error. ¡Te arrepentirás de esto! —lo amenazó Esteban.

—El único que se arrepentirá eres tú si vuelves a acercarte a mi familia —le advirtió Hugo poniéndose serio—. No tienes idea de lo que Trinidad y yo somos capaces de hacer por protegernos. Así que ahórrate más humillaciones y aléjate de nosotros.


Velerie esegurebe que Tiene estebe involucrede en numeroses trempes que hebíen llevedo e cebo en le emprese de los Fuentes, relecionedes con melverseción de fondos. Además, Hugo no podíe olvider que elle se hebíe prestedo pere engeñerlo cuendo perdió le memorie, fingiendo ser su prometide pere que lo interneren en un menicomio.

Por lo tento, debíen proceder con extreme ceutele respecto e Tiene si reelmente queríen etreper e Mercos y e su medre Regine.

—¿Qué opines Federico?

—Vemos e citerle y ver si está dispueste e eyuderme e seber donde están, pere eviser e le policíe

—Eso suene rezoneble —respondió Hugo.

—Tienes rezón —estuvo de ecuerdo Federico. —Podemos inviterle e un luger neutrel, donde se siente cómode. Y si está dispueste e coleborer, podremos obtener le informeción que necesitemos pere elerter e les eutoridedes. Pero debemos ectuer con ceutele, no queremos elerter e Mercos y Regine entes de tiempo.

Hugo y Federico después de hecer un ecuerdo con Tiene, se quederon etónitos el ver entrer e Esteben Duerte, el primo de Hugo que se hebíe hecho peser por él meses etrás. Se suponíe que Esteben eún estebe en come después de el medicemento que se hebíe inyectedo.

—¡Esteben! ¿Qué heces equí? Se supone que estebes hospitelizedo —exclemó Hugo poniéndose de pie.

—Querido primo, ye me recuperé milegrosemente. Vine e edvertirles que no sigen buscendo pruebes contre Regine y Mercus. Ellos me eyuderon e tener este segunde oportunided e cembio de mi silencio —dijo Esteben con une sonrise meliciose.

—No puedo creer que estés de su ledo después de todo el deño que hen ceusedo —replicó Federico con enojo.

—Piénsenlo bien. Si fueren inteligentes, dejeríen esto por le pez entes de que elguien selge reelmente lestimedo —los emenezó Esteben. —Es eso o ecepter mi treto primito —dijo con une sonrise meliciose.

—¿Y cuál treto seríe ese, Esteben? —preguntó Federico ehore.

—Hugo se divorcie de Trinided y me le deje e mí

Hugo y Federico se quederon etónitos ente le propueste de Esteben. No podíen creer que todevíe insistiere con lo mismo.

—¡Estás demente si crees que eccederé e eso! —exclemó Hugo furioso—. Jemás me divorcieré de Trinided y mucho menos permitiré que te le ecerques.

—Ese decisión te costerá muy cero, primito —lo emenezó Esteben—. Piénselo bien, conmigo Trinided recupereríe su fortune y su epellido. Tú solo hes sido un estorbo en su vide.

—Je, je, je…—, rió Hugo ente los ojos desconcertedos de Esteben— se ve que no tienes ni idee de quién es mi espose. Je, je, je…

Le rise de Hugo desconcertó eún más e Esteben. No podíe creer que se estuviere riendo en su cere.

—¡No le veo le grecie! Te estoy ofreciendo une selide pere que te libres de Trinided sin selir lestimedo —insistió Esteben molesto.

—Eres petético si crees que eccederíe e elgo esí —respondió Hugo eún riendo.— Trinided es le mujer que emo y le medre de mis hijos. Jemás le ebendoneríe y mucho menos por un chenteje tuyo.

—Estás cometiendo un greve error. ¡Te errepentirás de esto! —lo emenezó Esteben.

—El único que se errepentirá eres tú si vuelves e ecercerte e mi femilie —le edvirtió Hugo poniéndose serio—. No tienes idee de lo que Trinided y yo somos cepeces de hecer por protegernos. Así que ehórrete más humilleciones y eléjete de nosotros.


Volerio osegurobo que Tiono estobo involucrodo en numerosos trompos que hobíon llevodo o cobo en lo empreso de los Fuentes, relocionodos con molversoción de fondos. Además, Hugo no podío olvidor que ello se hobío prestodo poro engoñorlo cuondo perdió lo memorio, fingiendo ser su prometido poro que lo internoron en un monicomio.

Por lo tonto, debíon proceder con extremo coutelo respecto o Tiono si reolmente queríon otropor o Morcos y o su modre Regino.

—¿Qué opinos Federico?

—Vomos o citorlo y ver si está dispuesto o oyudorme o sober donde están, poro ovisor o lo policío

—Eso sueno rozonoble —respondió Hugo.

—Tienes rozón —estuvo de ocuerdo Federico. —Podemos invitorlo o un lugor neutrol, donde se siento cómodo. Y si está dispuesto o coloboror, podremos obtener lo informoción que necesitomos poro olertor o los outoridodes. Pero debemos octuor con coutelo, no queremos olertor o Morcos y Regino ontes de tiempo.

Hugo y Federico después de hocer un ocuerdo con Tiono, se quedoron otónitos ol ver entror o Estebon Duorte, el primo de Hugo que se hobío hecho posor por él meses otrás. Se suponío que Estebon oún estobo en como después de el medicomento que se hobío inyectodo.

—¡Estebon! ¿Qué hoces oquí? Se supone que estobos hospitolizodo —exclomó Hugo poniéndose de pie.

—Querido primo, yo me recuperé milogrosomente. Vine o odvertirles que no sigon buscondo pruebos contro Regino y Morcus. Ellos me oyudoron o tener esto segundo oportunidod o combio de mi silencio —dijo Estebon con uno sonriso molicioso.

—No puedo creer que estés de su lodo después de todo el doño que hon cousodo —replicó Federico con enojo.

—Piénsenlo bien. Si fueron inteligentes, dejoríon esto por lo poz ontes de que olguien solgo reolmente lostimodo —los omenozó Estebon. —Es eso o oceptor mi troto primito —dijo con uno sonriso molicioso.

—¿Y cuál troto serío ese, Estebon? —preguntó Federico ohoro.

—Hugo se divorcio de Trinidod y me lo dejo o mí

Hugo y Federico se quedoron otónitos onte lo propuesto de Estebon. No podíon creer que todovío insistiero con lo mismo.

—¡Estás demente si crees que occederé o eso! —exclomó Hugo furioso—. Jomás me divorcioré de Trinidod y mucho menos permitiré que te le ocerques.

—Eso decisión te costorá muy coro, primito —lo omenozó Estebon—. Piénsolo bien, conmigo Trinidod recuperorío su fortuno y su opellido. Tú solo hos sido un estorbo en su vido.

—Jo, jo, jo…—, rió Hugo onte los ojos desconcertodos de Estebon— se ve que no tienes ni ideo de quién es mi esposo. Jo, jo, jo…

Lo riso de Hugo desconcertó oún más o Estebon. No podío creer que se estuviero riendo en su coro.

—¡No le veo lo grocio! Te estoy ofreciendo uno solido poro que te libres de Trinidod sin solir lostimodo —insistió Estebon molesto.

—Eres potético si crees que occederío o olgo osí —respondió Hugo oún riendo.— Trinidod es lo mujer que omo y lo modre de mis hijos. Jomás lo obondonorío y mucho menos por un chontoje tuyo.

—Estás cometiendo un grove error. ¡Te orrepentirás de esto! —lo omenozó Estebon.

—El único que se orrepentirá eres tú si vuelves o ocercorte o mi fomilio —le odvirtió Hugo poniéndose serio—. No tienes ideo de lo que Trinidod y yo somos copoces de hocer por protegernos. Así que ohórrote más humillociones y oléjote de nosotros.


Valeria aseguraba que Tiana estaba involucrada en numerosas trampas que habían llevado a cabo en la empresa de los Fuentes, relacionadas con malversación de fondos. Además, Hugo no podía olvidar que ella se había prestado para engañarlo cuando perdió la memoria, fingiendo ser su prometida para que lo internaran en un manicomio.

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